miércoles, abril 28, 2010

Quisiera tener las palabras precisas para describir la derrota en justa y franca pelea. Podría comenzar diciendo que ha sido todo un placer competir, que la amargura de perder ha sido transparente y brava como el mar más hermoso. También podría asumir la arbitrariedad de la vida, como un azar maldito que se encausa contra mi causa. Sé que me contestarían que hay derrotas que significan más que ganar, pero yo no veo en mi futuro esa clase de entendimiento. Lo confieso: me gusta ganar, a veces quisiera poder cruzar los limites de mi misma para hacerlo, por qué? Ni si quiera es tan importante el motivo sino la sensación... Volver el mundo pedazos, destrozar esos detalles que fueron la falla, disminuirlos en el tiempo hasta que ya no existieran jamás.
Y el resto? y yo? Acaso no hay una razón suprema al derecho que creo tener? Pues sí, algunas veces una pequeña brisa me la recuerda, refresco mi mente, y llego a ese estado de resignación que parece tan comun en las personas; luego, una idea turbia, negra, logra ganar de nuevo espacio y entre pecho y espalda está una especie de envidia y de revancha.
Criticable, estoy segura... Me abstengo por el miedo a la consecuencia inmediata, el desbalance que se produce en el universo por hacer cualquier cosa en su contra. Me calmo porque no existe otra alternativa sensata, porque el mundo me lo pide, porque porque porque porque... es imposible seguir buscandole excusas y soluciones a mi falla....
Al final, nada importa, uno aprende, verdad?